El alcohol, es la droga más consumida en el mundo. Su utilización por el hombre, en forma de brebaje, se supone que data de los albores de la humanidad. La ingestión inicial vinculada con actividades religiosas dio paso a su consumo colectivo. Desde entonces se distinguieron dos grandes categorías de consumidores, aquellos que beben dentro de las normas sociales de responsabilidad y los que, desafortunadamente, pierden el control y se convierten en bebedores irresponsables.
Además la dependencia que origina esta sustancia ocasiona grandes pérdidas a las personas y a sus familias, pero un número cada vez mayor de expertos dice que el consumo excesivo total de bebidas alcohólicas es una amenaza aún mayor para la salud pública.
En el Informe sobre la Salud en el Mundo 2002, de la Organización Mundial de la Salud (OMS) , se indicaba que el 4% de la carga de morbilidad y el 3,2% de la mortalidad mundial son atribuibles al alcohol y que éste representa el principal riesgo para la salud en los países en desarrollo con baja mortalidad, y el tercero en los países desarrollados.
En este panorama observamos que el consumo de alcohol constituye un problema que transciende lo individual y se va convirtiendo en un problema de salud pública, no solo por el consumo nocivo, sino por su asociación con conductas de alto riesgo y las prácticas sexuales concomitantes. De ahí que presente un alto grado de comorbilidad con los trastornos provocados por el uso de otras sustancias, en particular la dependencia de la nicotina, y con las infecciones de transmisión sexual.
El consumo de alcohol contribuye más que cualquier otro factor de riesgo a las enfermedades, traumatismos, discapacidades y muertes prematuras en los países en desarrollo con baja mortalidad. A escala mundial, se estima que ha causado 1,8 millones de muertes, lo que equivale a un 3,2% del total de fallecimientos registrados en 2000 (OMS (4), 2005).
El consumo de alcohol se ha convertido en una preocupación de primer orden, tanto para responsables mundiales de la salud, como para las administraciones de los diferentes gobiernos de los países iberoamericanos. Las implicaciones sociales en el deterioro de la convivencia de la ciudadanía son complejas, afectando áreas básicas del bienestar común, a saber, accidentes de tránsito, convivencia familiar, conflictividad social, fracaso escolar, violencia (de género, doméstica, callejera), ausentismo laboral, etc.
Causas
Hasta el momento no existe una causa común, aunque varios factores pueden desempeñar un papel importante en su desarrollo. Por lo tanto las evidencias muestran que quien tiene un padre o una madre con alcoholismo tiene mayor probabilidad de adquirir esta enfermedad, una puede ser el estrés o los problemas que tiene la persona que lo ingiere.
Algunos otros factores asociados a este padecimiento son la necesidad de aliviar la ansiedad, conflicto en relaciones interpersonales, depresión, baja autoestima y aceptación social del consumo de alcohol.
Según la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD) los pacientes alcohólicos suelen presentar hasta en un 80 % de los casos otros trastornos psiquiátricos asociados y, por lo tanto, ser considerados como pacientes con patología dual.
Tipos de alcoholismo
Existen dos tipos:
Tipo I: es característico en personas adultas, que pueden tener una etapa de grandes ingestas puntuales separadas por tiempos de abstemia pero que sin embargo van siendo más pequeños hasta poder alcanzar una gran dependencia, acompañada progresivamente por el desarrollo de enfermedades hepáticas.
Tipo II: se desarrolla en personas durante la adolescencia y está asociado a menudo a un historial violento y arresto policial. No se caracteriza por un aumento progresivo del consumo de alcohol. Algunos estudios han determinado una menor expresión de la enzima monoamino oxidasa en este grupo, lo que se ha correlacionado con una menor producción de serotonina (relajación y activación del sistema nervioso simpático) en el sistema nervioso central.
El consumo excesivo y prolongado de esta sustancia va obligando al organismo a necesitar o requerir cantidades crecientes para sentir los mismos efectos, a esto se le llama “tolerancia aumentada” y desencadena un mecanismo adaptativo del cuerpo hasta que llega a un límite en el que se invierte la supuesta resistencia y entonces “asimila menos”, por eso tolerar más alcohol es en sí un riesgo de alcoholización.
Las defunciones por accidentes relacionados con el alcohol (choques, atropellamientos y suicidios) ocupan los primeros lugares entre las causas de muerte en muchos países. Por ejemplo, en España se considera que el consumo de alcohol-etanol causa más de 100 000 muertes al año, entre intoxicaciones por borrachera y accidentes de tráfico.
Tratamiento
El incremento en el número de programas exitosos para el tratamiento del alcoholismo que se han desarrollado en los últimos tiempos, da esperanza a los alcohólicos para su recuperación.
Uno de las mayores dificultades en el tratamiento es conseguir el ingreso de la persona con problemas de alcohol en un programa de tratamiento que en la mayor parte de las ocasiones responde más a un deseo familiar que a un objetivo personal del paciente que necesita la ayuda.
La poca adherencia al tratamiento en muchos pacientes alcohólicos nos hace suponer, que las alteraciones a nivel cortical -en especial del córtex pre frontal- nos explicarían porqué la toma de decisiones no es la más adecuada en un inicio del tratamiento.
En el tratamiento de individuos dependientes se necesitara recurrir a un planteamiento estructurado que pueden incluir desde terapia individual y grupal para proporcionar apoyo emocional y la corrección de los problemas psicológicos y sociales asociados con la dependencia, hasta centros internos de tratamiento libre de alcohol y grupos de auto ayuda como Alcohólicos Anónimos. Todos estos métodos reducen el consumo de alcohol entre los pacientes, aunque la tasa de recaída es muy alta. Aproximadamente 40 a 70% tienden a volver a beber después de un año de evolución.
Además de la integración en algunos de estos tratamientos con intervenciones psicoterapéuticas, se puede integrar el principio de comunidad terapéutica con una intervención psicoterapéutica de orientación conductual cognitiva.
En la actualidad, la evaluación, intervención y seguimiento en un trastorno adictivo lo tenemos que contemplar desde un enfoque multidisciplinar para que dicho proceso terapéutico nos pueda llevar a alcanzar el mayor número de objetivos establecidos.
Para ello y dependiendo del momento terapéutico en el que se encuentre el cliente, los sistemas de salud tanto públicos como privados disponen de diferentes opciones terapéuticas:
-Hospitalización: el paciente, por su situación clínica, necesitará de internamiento e ingreso hospitalario para poder asegurar, en todo momento, su integridad física. (Sobre todo cuando exista riesgo de suicidio alto).
-Hospital de día: sistema de hospitalización sin internamiento 24 horas donde el paciente desarrolla parte de su tratamiento terapéutico y el resto de su tiempo lo emplea en comenzar su integración social y familiar. Esta etapa suele ser posterior a la opción de Hospitalización
-Consulta de alcohol: seguimiento diario pero con menor duración donde se irán afianzando las rutinas introducidas y reforzando la estabilidad de los avances.
-Grupos de autoayuda: la participación activa del paciente hará que su testimonio retroalimente a otros miembros del grupo y él sienta que desarrolla un rol de co-terapéuta.
-Tratamiento farmacológico: generalmente se ha prescrito en su etapa de hospitalización y debe de instaurarse un seguimiento, con una parte muy importante de educación sanitaria, para que no se produzca abandono terapéutico ni manipulación de la pauta de tratamiento ya que será el paciente el que se termine autoadministrando la medicación.
-Terapia psicológica: el paciente, tras su etapa de hospitalización, si es que se llevó a cabo o fue necesaria, inicia un tratamiento psicológico donde el terapeuta le enseñará a identificar los estímulos antecedentes y consecuentes que desencadenan en una conducta de consumo de alcohol y dotarle de respuestas alternativas de afrontamiento para cuando se encuentra en una situación de riesgo de consumo.
Es un error centrar la intervención exclusivamente en la conducta de consumo. Debemos tratarla como una gestión incorrecta por parte del paciente para que así pueda sentirse más eficaz en su forma de afrontarlo. Consumir alcohol puede ser una consecuencia de no poder manejar la ansiedad que le atemoriza o de afrontar miedos inmanejables o de combatir la propia inseguridad o de olvidar una situación personal tormentosa… En ocasiones los objetivos del entorno familiar, del cliente y del terapeuta no van ni deben de coincidir.
Establecer con el paciente los objetivos pactados y consensuados con la parte terapéutica y ayudar a recuperar la estructura personal, familiar, social, laboral… que le lleve a un funcionamiento adaptado a sus necesidades y a su proyecto de vida será fundamental para que el proceso terapéutico sea responsable y protagonista de su recuperación.
Que el paciente le haga un sitio a la terapia en su día a día y forme parte de su cotidianeidad hará que la relación cliente-psicólogo sea una pieza angular sobre la que gire de manera constructiva todo el proceso de recuperación y su mantenimiento en el tiempo ya que como anteriormente hemos comentado, la tasa de recaida en el consumo de alcohol es bastante alta y más aún cuando ha habido un abandono de todas las opciones terapéuticas que le ayudaron a ir evolucionando en su problema.
Contenido redactado por el Dr. Luis Alonso Echagüe, psicólogo en Córdoba especialista en psicología clínica, deportiva, infantil/juvenil y neuroterapias.